Escrito por: Cokeus Demain
En algún poblado de la isla de Chiloé, de cuyo nombre no recuerdo…
Durante las noches previas al Día de los Muertos, un grupo de jóvenes habían decidido pasar un buen rato en la playa. Varias bebidas alcohólicas, desfilaban por la arena y los mitos y leyendas de Chiloé, se apoderaban de las ciertas de historias que asomaban los labios de cada uno de los muchachos.
Uno de ellos proveniente de Santiago, de forma incrédula y burlesca, como la gran mayoría de los capitalinos que desconoce a que se aventura al internarse en los paraísos sureños, sonríe con cada una de las historias, primero irónico, luego desafiante, poniendo en duda la veracidad de las historias, mencionando que sólo se tratan de cuentos de ancianos. Los muchachos chilotes, le contestan que si realmente piensa eso, que demuestre con pruebas que todo se trata de una farsa.
-Soy capaz de ir a la plaza de la ciudad y decapitar a cualquier figura- dice con una carcajada, refiriéndose a las figuras de piedra cancagua, que representan a los personajes mitológicos de Chiloé.
Los jóvenes oriundos de Chiloé lo miraron extrañado, pensando que tal acción sería imposible de concebir.
Al terminar de beber hasta la última botella de alcohol, con un ademán de valentía pega un grito. – ¡Estoy Listo! – Menciona el joven de Santiago.
Los demás lo miran asombrados.
Decidido, el santiaguino parte rumbo a la plaza. Los demás lo siguen, aún incrédulos.
Luego de burlarse de cada una de las figuras, finalmente llega a la figura de la Pincoya. Tras una seguidilla de gestos obscenos y rozarle su entrepierna, intentando captar la burla del resto de los jóvenes que lo acompañaban, toma una piedra del tamaño de su mano y la golpea en el cuello en reiteradas ocasiones, finalmente decapitándola.
-¡Corran chicos!- Grita uno de los jóvenes, al observar a lo lejos las luces de un furgón de la policía. Los jóvenes huyen del lugar separándose entre las calles laberínticas del pueblo.
Al día siguiente toda la comunidad pueblerina se encuentra impactada al ver que una divinidad mitológica de su cultura se encuentra decapitada.
– La diosa del mar, nuestra Pincoya. Miren lo que han hecho. – Se oía decir entre la muchedumbre.
– Si no hay justicia acá, va a ser la misma mitología quien hará justicia. – Sentenciaban algunos.
Aquel día, nubes negras tiñeron el cielo, un viento violento recorría el pueblo como si la desgracia quisiera caminar entre la tierra. La policía recogió la cabeza de la Pincoya y ahora pasaba a guardarse como evidencia, hasta que se supiese quién o quiénes fueron los responsables.
Uno de los policías, en lugar de llevar la cabeza hasta la prefectura, optó por llevarla a su casa, sintiendo que posiblemente, estaría mucho mejor custodiada en su hogar. La dejó en el mostrador de su living como cual adorno mortuorio, quien lo mostraba con orgullo a sus visitantes.
Luego de algunos días, una visita curiosa se dejó caer. Un misterioso coleccionista, golpeó su puerta, para ofrecerle una gran suma de dinero por la cabeza.
Habían pasado ya varios días y parecía que los culpables, no aparecerían jamás. La gente olvida rápido, o al menos eso fue lo que él pensó. Aceptar la notable suma de dinero, no le parecía tan mal, después de todo.
– Total, es una piedra – Pensó, sintiendo que hacía un buen negocio. Aprovecharía con ese dinero saldar algunas cuentas pendientes.
A la mañana siguiente los vecinos del policía corrieron a la prefectura a dar aviso. Como dementes, golpeaban los ventanales, espantados por un horrible hallazgo.
– El policía ha sido asesinado y el asesino se ha llevado su cabeza – Gritaban aterrorizados ante tal escena escandalosa y grotesca en la morada del policía.
No había marca más que un rastro de arena en el suelo de la habitación, el cual, a pesar de la investigación previa, no daba ninguna pista de los responsables.
Se presumía que el crimen lo habían cometido los mismos muchachos del vandalismo, que siguieron al policía hasta su morada y lo asesinaron, para luego arrancarle la cabeza, burlando esta vez a la justicia.
– Nuestro pueblo ya no es como antes – Vociferaban algunos testigos.
– ¿En que nos estamos convirtiendo? – Se preguntaban otros con extrañeza y temor.
El médico forense examinó el cuerpo del policía para encontrar algún indicio de la muerte, el cual, según la investigación, no correspondía a ningún corte con arma blanca, tal como si su cabeza hubiese sido arrancada a la fuerza, desgarrando la tráquea por una fuerza sobre humana.
El forense tomó fotografías, pero le pareció que lo que presenciaba debía compartirlo entre sus amistades y círculos más cercanos. El morbo se apoderaba de su profesionalismo.Al regresar a su hogar, el médico forense almacenó en su computadora todas las fotografías que tomó a los cuerpos de quienes les practicó la autopsia, probablemente, compartirla en los grupos morbosos de las redes sociales no se veía tan terrible, incluso, las más fuertes, se venderían seguro a los mejores postores.
En víspera del Día de Los Muertos, aquella noche del 31 de Octubre, a través de una video llamada con una de sus amistades de otra ciudad, ofreció la novedad. Esta vez no era un cuerpo lesionado como las veces anteriores, si no, un cuerpo decapitado, del cual jamás se le volvió a encontrar su cabeza.
Mientras compartía las fotografías y unos videos que realizó con el cuerpo al interior de la morgue, la señal de internet de la computadora comenzó presentar problemas. Al otro lado de la pantalla, el colega de la otra ciudad, impaciente por ver el nuevo material seguía esperando en línea, hasta que al regresar la señal, abrió la carpeta de “recibidos”, y comenzó a revisar el material con perturbación, morbo y curiosidad, comentando a través de la video llamada sin recibir respuesta alguna.
Cuando regresó a la conversación, pudo ver frente él, el torso del médico forense, desgarrado en su región superior, mientras borbotones de plasma y coágulos, emanaban de súbito.
Un cuerpo, completamente decapitado.
El hombre, yacía completamente en shock, viendo lo que quedaba de aquel prestigioso forense chilote, mientras las salpicaduras de sangre inundaban la pantalla de aquel hombre con el que conversaba apenas unos minutos atrás.
Pero el colega, no estaba solo.
Detrás de lo que quedaba de aquel, se paseaba desorientada dentro de la habitación, una mujer o lo que parecía ser una. Desnuda, envuelta en algas marinas, quien en lugar de su cabeza, portaba la inanimada cabeza del médico forense.
El hombre, no pudo evitar emitir un grito de horror y al ser delatado por su presencia, la Pincoya tomó la cabeza del médico, y la arrojó furiosa hacía el computador apagando la llamada.
La noticia no tardó en esperar dentro de la comunidad, quienes al investigar volvieron a encontrar el mismo rastro de arena en la escena del crimen del policía.
Quien conocíamos las leyendas antiguas sobre como la Pincoya bendecía la pesca de Chiloé, sabemos que hoy transita buscando su cabeza, por lo tanto, sea quien sea a quien ella encuentre en noches de lluvia y temporal, aquellos viajeros solitarios que transiten en la más plena oscuridad, aquellos cuyos cuerpos yazcan adormecidos por el alcohol o simplemente por cansancio, sentirán la brisa que es propia de la Pincoya de piedra, enfurecida buscando la parte de su cuerpo que ha sido mutilada. Las toma y las prueba en su cuerpo, como si se tratase de un accesorio más, pero al percatarse que no le pertenece dicha cabeza, la arrojará a donde le plazca. Muchas siguen perdidas, se cree que las ha llevado al fondo del mar. Otras, fueron encontradas en roqueríos o enterradas en la arena, con partes faltantes del tejido craneal, producto del gran impacto contra el suelo.
¿Quién podrá ser el próximo? Recuerda que la Pincoya, aquella figura de piedra, que aún busca su cabeza, pudo haberte observado y seguido durante todo el día esperando encontrarte un instante solo.
Aquella mujer del mar, con andar quebrado, aquel monstruo de las profundidades, decapitada, torcida, de pies que se arrastran a cada instante, desesperada por encontrar la parte que le falta, está precisamente en este instante, parada detrás de la persona que está leyendo esta historia.